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Capítulo 6 Reencuentro con Jordán
Melisa respiró hondo, preparándose para hablar, cuando un fuerte grito la interrumpió:
—¡No estoy de acuerdo!
Estefanía, que estaba a punto de rasgarse la falda de celos, se animó al escuchar la voz y exclamó con alegría:
—¡Jordán!
«¿Jordán? ¿Jordán Bautista?».
De los seis hermanos de la familia, ninguno había aparecido debido a su antipatía por la propietaria original, Melisa. La historia se centraba en el favoritismo de Jordán por Estefanía.
¡La repentina aparición de Jordán fue para mostrar su apoyo a Estefanía! Melisa frunció el ceño y decidió que lo mejor sería mantener las distancias con él. Con esa idea en mente, retrocedió con discreción. El hombre, que se había apresurado a llegar de inmediato tras aterrizar de un largo vuelo, sintió por fin una sensación de alivio cuando entró en la casa y vio aquella figura menuda.
«Gracias a Dios, ¡llegué a tiempo! ¡Qué bueno que todavía estaban aquí!».
Cuando Estefanía vio a Jordán, fue como si hubiera encontrado su salvavidas. Con los ojos enrojecidos, corrió hacia él, tirándole de la manga y quejándose:
—Jordán, por fin volviste. Mira, Melisa me pegó, papá y mamá no se preocupan por mí.
Desde que entró por la puerta, la mirada de Jordán se fijó en Melisa. Al escuchar que Melisa la golpeó, Jordán frunció el ceño y se detuvo en seco.
—¿Te pegó?
Pensando que Jordán estaba preocupado por ella, Estefanía asintió rápido, se apartó el cabello y le mostró sus heridas.
—Jordán, mira, Melisa es muy cruel. Siempre me acosa…
La expresión de Jordán cambió al ver las marcas en su rostro. Entonces empujó a Estefanía, que se aferraba a su manga. A Estefanía la agarró desprevenida y retrocedió tambaleándose ante su fuerza. Aunque quería enfadarse, se contuvo cuando vio que Jordán se dirigía hacia Melisa para enfrentarse a ella.
Jorge, que observaba desde un lado, frunció el ceño y su expresión se ensombreció. Avanzó unos pasos en silencio, preparado para intervenir si Jordán hacía algún movimiento. Los padres de Melisa se pusieron más nerviosos e intentaron impedir que Jordán se acercara a Melisa. De repente, Jordán abrazó a Melisa con fuerza, estrechándola entre sus brazos. Sus ojos decididos se llenaron poco a poco de lágrimas:
—Melisa, me alivia que sigas aquí, es bueno…
Melisa estaba confundida.
«¿No está aquí para defender a Estefanía?».
Mientras ella aún procesaba la situación, Jordán la sujetó de la mano, la examinó con preocupación y murmuró:
—¿Eres tonta? Tenemos sirvientes en casa. ¿Es necesario que recurras a altercados físicos? ¿Te ha dolido? ¿Deberíamos llevarte al hospital?
Melisa se sorprendió de la escena que se desarrollaba ante ella. La dirección de esta narración parecía desviarse. Se suponía que el Jordán del libro era un ferviente defensor de Estefanía. ¿Por qué de repente muestra preocupación por ella?
Los ojos de Estefanía ardían de celos y su rostro se contorsionaba de angustia.
«¿Por qué? ¿Por qué esta chica rústica no solo captó la atención de mis padres, sino también la protección del patriarca de los Tapia? Incluso Jordán parece haber cambiado de lealtad».Published by Nôv'elD/rama.Org.
Jordán era su última esperanza, y no podía dejarlo ir tan fácil.
—¡Jordán! ¡Soy yo, Estefanía! ¿No me llamaste ayer y prometiste volver hoy para apoyarme? —gritó Estefanía, histérica.
Jordán frunció el ceño y volteó hacia ella, con los ojos llenos de una frialdad.
—¿Por qué gritas? ¿Has olvidado los modales que te enseñaron a costa de tanto dinero?
Tras reprender a Estefanía, Jordán sintió una oleada de alivio. Ni él mismo podía creerlo. Tras experimentar la bancarrota de los Bautista, vagar por las calles, y ser ayudado por Melisa, permitiéndoles empezar de nuevo, ¡había renacido! Era como si el cielo le diera la oportunidad de compensar sus remordimientos.
«En esta vida, debo cuidar bien de Melisa».
Tras ser regañada por él, Estefanía lo miró con lágrimas de agravio en los ojos.
—¡Jordán, fue Melisa quien me pegó primero; ella empezó!
Sabía que mientras mostrara este tipo de queja, Jordán se compadecería de inmediato de ella, pero esta vez se sintió decepcionada. La expresión indiferente de Jordán no cambió en absoluto:
—Melisa es muy sensata, nunca golpearía a alguien sin motivo. Debiste provocarla.
Por la fuerte presencia de Jordán nadie se atrevió a rebatir sus palabras en el acto.
—Tú… ¡Te odio!
Estefanía, no importa lo arrogante que era, seguía siendo una niña. Ser criticada delante de tanta gente la hizo sentirse humillada. Pisó fuerte y corrió escaleras arriba. Melisa intentó apartar la mano de la palma de Jordán. Pero él se agarró con fuerza con un poco de temblor, y ella lo intentó varias veces sin éxito.
—Jordán, ¿no vas a ver a tu hermana arriba?
En ese momento, Jordán ya tenía un aspecto tranquilo, ya no tenía el aspecto feroz y malvado de antes. Miró a Melisa con ternura, acariciándole el cabello:
—Sé buena, no tengas miedo. Siempre te protegeré.
Melisa estaba callada, algo parecía raro. Antes de que pudiera reaccionar, vio que Jordán se daba la vuelta y caminaba al lado de Andrés, haciendo una respetuosa reverencia y saludándolo:
—Hola, Andrés, cuánto tiempo. Sigues siendo muy fuerte.
Andrés resopló con frialdad, como un niño enfurruñado. Jordán, como si no lo hubiera escuchado, continuó con calma:
—Acabo de escucharte bromear sobre organizar un matrimonio para Melisa. Aún es joven, no hay prisa para eso.
Melisa solo tenía diecisiete años este año, aún no era adulta.
«El nieto de Andrés ya tiene veintitrés años, es mayor que ella. No es un buen partido para Melisa».
Cuando Andrés escuchó sus palabras, sus cejas volvieron a fruncirse.
—¿Qué? ¿Los Bautista perdieron y aún no quieren admitirlo?
Jordán respondió con calma:
—Andrés, ésta ya no es la época de los matrimonios concertados por los padres. Cada generación tiene sus propias bendiciones. Mi hermana aún es joven, y es demasiado pronto para comprometerse, sobre todo porque aún está estudiando. No podemos retrasar su examen de acceso a la universidad, ¿verdad?
Andrés pensó:
«El nieto mayor de Felipe no es ningún simplón».
Con unas pocas palabras, cortó toda la conversación. Si decía algo más, parecería que había faltado al respeto. Estaba tan enfadado que su cuello se puso rojo. Pinchó a su nieto con el bastón, tosió con dureza y luego lo miró con fiereza.
—Mocoso, di algo rápido. Si pierdes a mi nieta política, te romperé las piernas.